Soñar es necesario

Una de las cosas que más le gusta a Pepa Barrera es contar historias a los guajes.

Un día, sentada en el Parque de “Les Conserveres” rodeada de ellos, mientras les contaba de dónde venía la tradición de celebrar el Día del Padre, recordó que en su maleta llevaba una historia preciosa a la que tenía mucho cariño. Es la historia de una niña que conoció hace tiempo. Cerró los ojos y les dijo a todos los niños que hicieran lo mismo y, por unos momentos, todos vivieron la historia de la niña que no tenía papá.

Había una vez una niña que estaba muy muy triste porque no tenía papá.

Cuando salía del cole y veía que a sus amiguitas siempre les estaban esperando sus papás, se ponía triste.

Cuando iba al parque y veía a los papás meciendo los columpios se ponía triste.

Veía a los papás de sus amigas llevarlas al cine o al circo y ella no tenía.

Un día le dijo a su mamá:

  • Yo quiero un papá, cómpramelo.
  • Los papás no se compran – le respondió ella y la niña seguía triste.

Un día, al acostarse, su abuela se acercó lentamente hacia ella. Le acarició la frente y le preguntó:

  • ¿Qué te pasa pequeña? ¿Por qué estás triste?
  • Estoy triste… Estoy triste porque no tengo papá y yo quiero uno.

– ¿Estás triste por eso?- le replicó la abuela – ¡Pero si tú… sí que tienes papá!

– ¡No, no y no! Yo no tengo papá – respondía la niña conteniéndose las lágrimas.

– Verás, es muy fácil – dijo la abuela – Cierra los ojos y sueña.

La niña, cerró los ojos y la abuela le preguntó:

  • ¿Qué ves?
  • Veo un papá – respondió la niña.
  • Y ¿cómo es?
  • Es guapo, abuela, muy guapo.
  • Sigue soñando mi niña, sigue soñando… ¿Qué más ves?
  • Veo que me está esperando a la salida del cole, que me lleva al parque y me mece suavemente en el columpio. Al mismo tiempo, abuela, me canta una canción y empiezo a sentirme muy, muy feliz.
  • Sigue soñando cariño. ¿Qué más ves?
  • Veo que estoy en la cama, que me cuenta un cuento y, mientras lo hace, me acaricia y me dice “te quiero”.
  • Ves mi niña como sí tienes papá. Sólo tienes que cerrar los ojos y soñar.

La niña ya nunca más volvió a estar triste, porque ya tenía un papá, un papá muy especial pues, se encontrara donde se encontrara,

él siempre estaba con ella; sólo tenía que “cerrar los ojos y soñar”.

Con el paso del tiempo, la niña se convirtió en mujer y en madre de dos niños que sí tienen un padre. Ella, de vez en cuando, aún cierra los ojos y continúa soñando.

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