XXV aniversario de la Asociación de Escritores Asturianos (AEA)
La literatura como refugio, herramienta y esperanza
Con motivo del XXV aniversario de la Asociación de Escritores Asturianos (AEA), se celebraron numerosos actos repartidos entre Oviedo y Pravia. A lo largo de las jornadas se abordaron temas esenciales en diversas mesas redondas:
- el uso pedagógico de la literatura para formar una ciudadanía crítica
- la función social del teatro
- la literatura al servicio de la sociedad asturiana
- escribir desde la memoria histórica
- la literatura oral como forma de cohesión cultural
El sábado día 8, a las 19:30, tuvo lugar el coloquio “El poder sanador de la literatura en los colectivos desfavorecidos”, en el que tuve la oportunidad de participar.
Compañeras de mesa
Tuve el honor de compartir mesa con:
- Amelia Fernández, CAÍ Candás
- Ana María Julia Tolrá, Asociación de Personas Privadas de Libertad
- Nuria Juez, psicoanalista de la Sección Clínica del NUCEP
La conversación estuvo magníficamente moderada por Constantino Menéndez González, cuya cercanía y buen hacer dieron cohesión y calidez al encuentro.
Cada una de nosotras compartió su experiencia y defendió, con plena convicción, la importancia de la literatura en los colectivos en los que trabajamos. Quedó claro que la literatura puede ser profundamente sanadora porque permite expresar emociones, comprenderse mejor y reconstruir la propia identidad desde un lugar seguro.
Mi aportación personal
Expliqué que, en mi propia experiencia, la literatura —tanto leer como escribir— ha tenido un papel decisivo en mi proceso de recuperación. Me ayudó a canalizar mis fantasías, ordenar mis pensamientos y transformar caos en relato.
Aclaré que mi vida profesional nunca estuvo vinculada a las letras y que fue a raíz de mis dificultades de salud mental cuando, casi por azar, descubrí este mundo maravilloso.
Hoy puedo decir que es una de las etapas más felices de mi vida. Me permitió conocerme de verdad, descubrir una faceta que ignoraba y encontrar un camino luminoso donde antes solo había confusión.
He tenido la fortuna de recibir varios premios de relato breve, colaborar en prensa con una columna mensual y, sobre todo, reunir el valor suficiente para escribir sobre mi propia enfermedad mental.
Deseo que mis textos puedan acompañar a quienes atraviesan situaciones similares.
Actualmente publico la serie “Historias de la Mente” tanto en El Faro de Carreño y Gozón como en este blog.
Clausura y presentación de “Tinta Indistinta”
El cierre de las jornadas tuvo lugar en el Aula Magna de la Universidad de Oviedo (edificio histórico). Durante el acto final se presentó el libro colectivo “Tinta Indistinta”, en el cual tuve el honor de participar con un relato titulado “Madre Tierra”, que comparto aquí mismo.
Madre Tierra
Cuando la Madre Tierra, preñada de los malos tratos recibidos, explotó enviándonos miserias y tempestades, la marcha era inminente.
—Os la dejamos, os la dejamos —dijo Iván, tras años comprometido contra la injusticia social y la depravación del ser humano, exhausto y sin esperanza de que la situación cambiase, harto de ver lágrimas derramadas por seres inocentes cuyo único delito fue nacer.
—Os la dejamos —repitió.
En paralelo con esta lucha, hacía tiempo que se gestaba otra, llena de esperanza. Un visionario, dueño de una de las mayores fortunas del planeta, cansado de ver cómo gran parte de la sociedad vivía de la extorsión, creando conflictos sin importar las consecuencias, creó un programa para buscar otros mundos. Al mando estaba Iván, brillante ingeniero aeronáutico.
La premisa era el respeto por el ser humano y por el entorno. Participaban mentes privilegiadas y conscientes. Incluso los más jóvenes sabían que el avance sería lento y costoso y que quizá nunca lo verían concluido. Aun así, la satisfacción era inmensa: gracias a su esfuerzo, muchos tendrían la posibilidad de hallar un mundo mejor.
Tras años de investigación y trabajo extenuante, llegó el día en que el cielo se llenó de luces de esperanza. Iván abría la marcha en una de las cientos de naves que abandonaban este mundo. En toda la Tierra se escuchó la despedida de esas buenas gentes, que rebosaban ilusión por cada poro de su piel.
Los que se fueron lo hicieron con el compromiso de no repetir los mismos errores que habían llevado a la destrucción del planeta.
Y entonces, la Madre Tierra lloró. Y tantas fueron sus lágrimas que todo lo arrasó, acabando con toda forma de vida, pero dejando la puerta entreabierta a un nuevo amanecer. A una nueva manera de vivir.






