Capítulo VII – Resentimiento acumulado –

Un día de estos, al salir a caminar, mi marido y yo nos encontramos con una persona con quien, sin llegar a tener una relación de amistad, sentía una fuerte conexión. Guardo un gran respeto por todo lo que dice, ya que considero que son las reflexiones de una mente muy abierta, marcada por un sinfín de vivencias.

Las dos coincidimos al decir… si nuestra vida estuviera escrita en nuestro rostro, más de uno se sorprendería. Porque todos tenemos nuestra historia.

Cuántas veces nos preguntamos: ¿por qué? Esta ansiedad, ¿por qué? Estos nervios, estas migrañas, depresión, fobias… ¿por qué?

No puedo dormir. Tantas y tantas cosas que nos aquejan, sin darnos cuenta de que la base de todo esto posiblemente esté en todas esas máscaras que nos hemos ido poniendo a lo largo de nuestra vida, para encajar en un mundo en el que la mayoría de las personas no encajamos. Sin darnos cuenta, vamos dejando pasar conflictos sin resolver con las personas de nuestro entorno, y estos van dejando su huella.

Ya llevábamos unos cuantos años casados, en los cuales, quizás debido a mis carencias infantiles, fui desarrollando muy sibilinamente una dependencia emocional de mi marido muy considerable. Cuando un día llegó a casa diciendo me acaban de comunicar en la empresa que tengo que empezar a viajar, fue como si un cubo de agua helada me hubiese caído encima. Qué digo cubo… ¡Más bien me sentí como si las cataratas del Niágara me llevaran por delante! Pero ojo, y ojo al pero, ninguno de los dos dijimos nada, no hablamos ni sopesamos la situación, sencillamente era trabajo y tenía un peso considerable en el sustento de la familia.

En apariencia, yo lo acepté. Quizás lo que resta del relato esté escrito desde el egoísmo, realmente no lo sé, pero lo que sí sé, es que estos fueron los registros de mi mente.

Fueron años muy duros, de estrés continuo por la casa, los hijos, mi negocio… La incertidumbre sobre su seguridad en esos largos viajes por parte del mundo me llenaba de inquietud. Lugares conflictivos en aquella época, como El Salvador, donde en algún momento se cruzó con la guerrilla…

En 1998 le pilló de lleno uno de los huracanes más mortales en la historia del Atlántico: el “Mitch” se encontraba en Honduras y tuvo serios problemas para salir del país.

Cuántas veces llegaba un día, dejaba una maleta y tenía ya otra preparada para marchar al siguiente… Y así un año tras otro. Fue una época muy dura sin él y aunque físicamente estuviera algún tiempo conmigo, su mente estaba ausente, siempre pensando en su trabajo.

Te marchaste, pusiste tu atención en tus viajes y yo me sentí abandonada, perdida y mi mente fue almacenando resentimiento.

El resentimiento acumulado hacia alguien surge cuando uno siente que ha sido tratado injustamente, pero no expresa su enojo o frustración, para evitar conflictos.

Al reprimir y no liberar estas emociones dolorosas, el malestar crece intensificando las percepciones negativas hacia esa persona.

Con el tiempo, la mente dolida exagera los defectos de este y sus acciones, como un mecanismo de defensa, llevándonos a catalogarlo como algo extremo, en mi caso como un terrorista. Esto ocurre por la necesidad de justificar nuestro malestar interno y simplificar una situación emocionalmente compleja…

“ Próximo capítulo:Hasta aquí hemos llegado…la mente estalla.”

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