El Teletrabajo

– Lo siento mucho, Mariano, pero con la que nos está cayendo lo de reconocer la categoría laboral, de momento, lo vamos a dejar pa prao ¡y deja ya de pedir, que parece que te hizo la boca un fraile!

– Déjalos tranquilos, Pepa, que no te hicieron nada…

Para tu conocimiento te diré que el origen de este dicho se remonta a la Edad Media, época en que los frailes de las órdenes mendicantes vivían de la caridad de la gente de los pueblos y aldeas por los que iban pidiendo.

Se les tenía por gorrones y avaros y, dicho esto, te comunico que el navegador está indicando que llegamos a nuestro destino sin incidencias notables: solo un pequeño recalentamiento de bujías y subida de la temperatura del motor. Para solucionarlo se me ocurre que, mientras tú cuentas unas cuantas historias aquí en el Regueral, donde, como bien sabes, están celebrando las fiestas de San Juan, yo voy a aprovechar para acercarme a la barraca a refrescarme y repostar combustible para la vuelta.

– Nada de copas, Pitagorín, que luego las curvas las tomas rectas…

– Tranquila Pepa, que bebo de la botella.

– ¡Ni hablar del peluquín! Te necesito para que pases la gorra entre cuento y cuento.

– Sí… ¡Cuento el que tú tienes! Me contrataste como medio de transporte y además en el Convenio no habla de ninguna gorra.

– Pues ya lo puedes ir añadiendo si quieres conservar tu puesto de trabajo…

– Lo que tú digas, Marquesa, pero no pienso quedarme como un burro amarrao a la puerta del baile. Me voy a abonar al campo y ahora vengo.

Le llevó un buen rato (tiempo que pienso descontarle de su sueldo) y apareció acompañado por, según él, compañeros del partido sindicalista NBE (Ningún Burro Explotado), que venían con la idea de dar un mitin, cómo no, para informar a todo el gremio burril de sus derechos y para hablarles sobre el teletrabajo.

– Pepa, quiero teletrabajar.

– ¡Ni de coña! Cada vez que tienes asamblea vienes con ideas excéntricas y la cabeza llena de pájaros… Y además, te quedarías fuera de mi control.

– Quiero teletrabajar, con todos los derechos laborales que eso conlleva: me corresponde el mismo sueldo que el del trabajo presencial y no puedes contactarme ni encargarme tareas fuera de la jornada laboral o si estoy realizando alguna diligencia personal.

– Esto lo tenemos que negociar, Mariano… Pues te quito la dieta para comida y combustible.

– Pepa, el anís ni tocarlo. Y también ve rascando la cartera para comprar ordenadores: el futuro está en las nuevas tecnologías.

– ¿Y cómo me voy a desplazar de pueblo en pueblo?

– Tranquila Pepa, que yo te doy un curso acelerado. Hay que modernizarse; nos conectamos y yo te voy diciendo por dónde tienes que ir y, cuando me canse, pues te sientas y descansas y lo de pasar la gorra, eso ya está obsoleto, al finalizar la narración das el número de teléfono y que te lo ingresen por Bizum.

– Casi casi lo consigues Mariano… pero no me vendas la burra que ya tengo bastante contigo. Y vete haciéndote a la idea: lo de reconocer la categoría laboral y teletrabajar, de momento, lo vamos a dejar pa prao.

– No esperaba menos de ti, Marquesa.

– Nos vemos pronto, Mariano.

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