Esto de andar de pueblo en pueblo está bien, pero la maleta va ya tan repleta de historias y las piernas tan cargadas de años, que tomé la decisión de crear una empresa y contratar un empleado que me ayudase a recorrer el camino.
Acudí a la oficina de empleo y tras seleccionar entre varios candidatos y cumplir con todos los requisitos legales, empezó nuestra odisea.
“Buenos días, Mariano”.
“Que así sean, Pepa”.
Con gran esfuerzo, me acomodé en mi nuevo medio de locomoción y, rebosante de entusiasmo, comencé mi mandato.
“Vete apuntando, Mariano: necesito algún elemento que me facilite la subida y posterior acomodo en el asiento, cinturón de seguridad y música, indispensable para amenizar el camino”.
A lo que él, cantando, respondió: “Prohibido fumar y hablar con el conductor, carga máxima cincuenta kilos, velocidad de crucero a la hora, cinco kilómetros en recta y en cuesta tres, siempre que la carga no sea excesiva”.
A medida que él más pedía, mi entusiasmo más decaía… “Necesito que me facilites itinerario y destino, con coordenadas exactas de longitud y latitud y sin confusiones, porque estas se convierten en horas extras de trabajo”.
Empezaba a preguntarme si había acertado con mi elección y a darme cuenta de que esto de mandar no iba a ser tan fácil… Tratando de mostrar autoridad, le respondí: “Vamos para Manzaneda por la carretera vieja, a quinientos ochenta pasos largos giras a la derecha y cuando lleguemos a la farmacia, paras, que tenemos que preguntar. Y de horas extras nada, esta empresa funciona con tarifa plana, el sueldo bajo y fijo y el trabajo duro y abundante”.
Empezamos a andar camino y no llevábamos ni un kilómetro recorrido cuando Mariano clavó en seco las cuatro patas, echando el freno. Mis gafas salieron volando hacia un destino desconocido y casi me como sus orejas.
“¿Qué pasa?”, pregunté extrañada. “¿Hay atasco?”.
“Tenemos que hablar”, me dijo.
“¿De qué?”.
“No podemos dejarlo para otro momento, no vamos a llegar nunca… Del convenio, tenemos que hablar del convenio”.
Y a continuación, me sacó una lista de peticiones más larga que un día sin pan. Y yo, desprevenida, sin gafas y con gran prisa por llegar, dije a todo que sí y firmé sin pararme a pensar en las consecuencias.
Me puse seria y, levantando un poco la voz para infundir más respeto (que de poco me sirvió), le dije: “Tienes que hacerte a la idea de que yo soy la que mando y la que pongo las ideas”.
“Fartuco estoy de los que vais presumiendo de poner ideas. Hay mucha gente así, pero el que da el callo y lleva la carga encima, tirando como un burro, soy yo”.
“Como lo que eres, Mariano”.
“¡Ya…! Y tú sobre el llombo acomodada, como una marquesa”.
“No me llames marquesa”.
“Pues tú a mi no me llames burro, ¡rediómela!. Te recuerdo, Pepa, que para subir las cuestas y tirar del exceso de peso, necesito una copina de anís”.
“¿Me estás llamando gorda?”.
“Piensa lo que quieras, pero yo necesito combustible. Cualquier día de estos voy a la huelga”.
“Pero Mariano, si acabamos de empezar nuestra relación laboral…”
“El convenio, Pepa, el convenio”.
“Sí, pero la que mando soy yo, que tengo más edad y tú eres muy joven”.
“¡¿Ya te pasas mis derechos por el forro del chaleco y quieres que me calle?!”
“Pues a callar, Mariano, que quien paga manda. Y echa la capota, que está empezando a llover”.
“Por cierto, Pepa, ¿qué perdimos por Manzaneda?”
“Está esperándonos Miguel, el hornero, que su abuelo estuvo en la guerra de Cuba y me va a contar la historia”.
“¿Sabías, Pepa, que esa guerra se desarrolló entre los años 1895 y 1898 y en ella España terminó de perder todas sus colonias en América, pero la moral del ejército español nunca decayó y los que tuvieron la suerte de poder volver a casa sanos y salvos, lo hicieron cantando y silbando, contentos de tener aún una vida por delante?.
De ahí viene el dicho “más se perdió en la guerra de Cuba y vinimos silbando”, que utilizamos para restar importancia a un problema o contratiempo”.
“Mucho sabes, Mariano. Sorprendida me dejas.”
“¡Que me conoces poco, Pepa. Estudiado y Secretario General del sindicato N.B.E. (Ningún Burro Explotado)”.
“Mira que decir que los burros son dóciles y trabajadores… Y me fue a tocar a mi el único reivindicativo, contestatario y sindicalista de todo el planeta”.
“No me llames burro, marquesa.”
Continuará…