El décimo de lotería

Pepa Barrera por el mundo va, contando cuentos e historias a quien las quiera escuchar.

Algunas son hechos reales y otras fruto de la imaginación. Con su maleta llena de relatos e ilusiones siempre dispuesta está a narrar historias que les trasladarán a otro tiempo y a otro lugar.

Si ustedes quisieran prestarme atención, yo, agradecida, les devolveré el favor contando una historia que hace tiempo ocurrió.

En una pequeña villa perfumada de sal, corrían los años sesenta, soplaban vientos de invierno y se acercaba la Navidad.

Por esa empinada cuesta que lleva al monte Fuxa, muy cerca de la mar, había unas cuantas casinas de piedra con tarabíca para trancar.

En una de ellas vivía un matrimonio que tenía …. ¡Rediómelo! Me puse a contar, pero tantos eran que no fui capaz, así que para no dilatarme y porque no quiero engañar, diré que tenían un rebaño de fíos.

Eran tan, tan pobres, que la poca comida que tenían, para que durara más, por la mañana y al medio día sólo olerla se permitían.

Se acercaba la Nochebuena y para esta casa, he de decirles que de comida y regalos avisados estaban, nada traía.

Cefero y su familia nunca a nadie pedían. Trabajaban sin parar, desde que amanecía. Josefa iba a la plaza a vender lo que él de la mar traía y los guajes, en la rexa, puñadinos de ocle cogían.

La gente que lo conocía siempre esta letanía repetía: ¡Mirad, ahí va subiendo la cuesta Cefero, que nació pobre y pobre será hasta el día de meterle en el agujero!

Ceferín y Josefina juntaron cuatro perruques y, por ver si al menos una vez la vida les sonreía, compraron un décimo de lotería, en el que pusieron todos sus sueños e ilusiones.

Guardaron el décimo en una cajina que Emilia, la del Estanco, les había regalado en su día a los guajes para que guardaran estampas.

Los días les parecieron semanas y las semanas meses, esperando que llegara el día del sorteo, con la esperanza de que la suerte les iluminase, porque la cruda realidad es que en casa del pobre siempre hay oscuridad.

Llegó el tan esperado día y cuando empezaron a cantar los números en la radio del chigre Antón de Pano, fueron a buscar el décimo, pero este no estaba, “había desaparecido”.

¿Ceferín, cogiste la papeleta?

En la caja sólo hay estampas y un papelín con un refrán: “la necesidad tiene caminos que obvian la honestidad”.

Nada tenían y sin nada se quedaron y cuando llegó la Navidad, en la casa de al lado todo era folixa y jolgorio; las zambombas y panderetas no dejaban de sonar.

Cefero, extrañado, le preguntó a su mujer ¿Qué pasa con los vecinos, que sólo se les oye cantar? Hay reunión de parientes y a todo el pueblo quieren invitar.

Miré por la ventana y ví una montaña de regalos y la mesa servida, con deliciosos guisos y apetecibles postres. Allí no faltaba de nada, ni un solo manjar.

A Cefero y a su familia les invitaron a pasar y que celebraran con ellos estas fiestas de guardar.

Tenemos mucho de todo y os queremos ayudar. “Nos tocó la lotería” y lo vamos a celebrar.

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