Noche de San Juan

En un antiguo manuscrito, una leyenda encontré. Relataba que, cuando la media noche se acerca y la luna empieza a brillar, alrededor de una hoguera las brujas comienzan a danzar.

Mujeres sabias y hermosas que, con sus rituales y magia, propician todo lo bueno y lo malo ahuyentan.

Con sus bailes y cánticos consiguen que aquello que soñamos se haga realidad.

Trasteando por mi mente, un recuerdo yo encontré, de cuando conocí a unos amigos una noche de San Juan. Fue lo mejor que me pudo pasar. Me enseñaron a ver la vida con otro color, con otra verdad. Me hicieron darme cuenta de que no estoy sola para bailar ese ritmo que la vida poco a poco nos ha de marcar.

Danzando alrededor del fuego, esa noche singular, a un lado y al otro, tenía a esos amigos de verdad, de los que te aprietan fuerte y no te olvidan jamás.

En ese apretar de manos y todos al mismo compás, un deseo formulamos y al fuego lo lanzamos, esperando que algún día de un año venidero, nos volviésemos a encontrar.

El tiempo fue pasando y los caminos se fueron separando, cada uno con su vida, cada uno con su historia, que va colmada de gozos, que va repleta de llantos.

Ya el pelo cano tenemos, ya el rostro lleno de arrugas, ya anocheciendo está y a lo lejos una hoguera nos ilumina con su luz, nos sirve de faro y guía, para volvernos a encontrar. Las miradas y las manos unidas nos han de bastar para sellar el camino que ya recorrido está.

Danzando alrededor del fuego esa mágica noche de San Juan, a las brujas un deseo les pedí: que cuando saltásemos la hoguera, para completar el ritual, el camino que nos quedase por andar no se separara jamás.

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