Luz en mis tinieblas

¿Te acuerdas, amiga mía, de aquellos años dorados en que, juntas de la mano, el camino íbamos andando?

Tú, alegre y sonriente, muy segura como siempre de tu marcha y de tus pasos.

Yo, triste y cabizbaja, perdida transitaba por noches de desvelo, pues en mi mente se desataban tormentas y tempestades.

Para ti, tiempos serenos, porque en tu cabeza los muebles estaban perfectamente ordenados.

Desde el primer instante fuiste consciente de todas las inquietudes que por la mía pasaban.

Me ayudaste a situar cada enser en su rincón y cada pensamiento en su lugar.

Tenías la fórmula mágica para ubicarlo todo en el sitio exacto. Y por eso, amiga mía, obtuviste la más noble de las licenciaturas: la de decorar interiores derruidos y restaurar mentes en desorden.

Donde otros veían ruinas, tú descubrías refugios;

donde la oscuridad reinaba, tú encendías pequeñas luces que nunca se apagaban.

Imposible es la tarea de expresarte con estas pocas letras todo lo que por ti siento.

Pero en este poema dejo grabado a fuego: Siempre me hallarás a tu lado, en cada pensamiento y en cada recuerdo.

Con todo mi cariño,

Carmen

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