El horizonte y la felicidad

Caminando caminando, fui llegando a mi destino. Fui atravesando bosques, fui navegando ríos y al desembocar en el mar, allá en el lejano horizonte, vi un corazón enamorado, que a mí me estaba esperando.

Me fui acercando, despacio, despacio muy despacito, pues no quería asustarlo, pero cuanto más me acercaba, el corazón, cabalgando sobre el inquieto horizonte, más se iba alejando.

Cavilando, cavilando, intentaba descifrar el secreto que este celosamente lleva guardado, pues insistentemente te dice aquí estoy, pero cuando estiras la mano para intentar acariciarlo, de repente te das cuenta de que otra vez se ha alejado.

Caminando y cavilando, me di cuenta de que la felicidad es como el horizonte:

la deseas alcanzar, pero cuando ya estás llegando, cuando la consigues atrapar, se te escurre entre los dedos para volverse a alejar.

Envidia le tengo a las nubes que tienes por compañeras, a la luna llena, que se apoya sobre ti serena, y al sol, que te calienta y abraza con sus rayos dorados, encendiendo tu belleza y así, tras contemplarte cada amanecer en toda tu grandeza, aquí sigo, perseverante, intentando alcanzarte.

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