– Tengo que reconocer, Pepa, que algunas veces tienes unas ideas brillantes: la de adquirir un carro como ayuda para nuestro trabajo ha sido magistral.
– No sé, Mariano, pero algo me chirría… Empiezo a pensar que no estaba del todo lúcida cuando se me ocurrió este plan.
– Pues no es por llevarte la contraria. Ya sabes que la mayoría de las veces estoy de acuerdo contigo, je je… Y este es perfecto, ya que además me hizo recordar que en el convenio viene reflejado que un día al año tenemos que invertir los papeles.
– No recuerdo nada de eso. ¿No te estarás quedando conmigo…?
– No, Pepa, es muy necesario para que a los dos nos quede bien claro cuáles son las ventajas y desventajas de nuestro oficio.
– Si tú lo dices… Pero que sepas que yo estoy muy bien de jefa.
– Sí, ya lo sé, Marquesa… Pues para que en nuestra relación laboral no quede ningún cabo suelto y no se vaya todo al carajo por cualquier nimiedad, como ahora yo soy tú, te voy a recitar un poema de George Herbert, poeta y orador, escrito en el año 1651, y que nos viene al pelo. Se titula “Por un clavo se perdió un reino”.
– Ya llovió desde entonces… ¡Para poemitas estoy yo!
– Tú tira, calla y escucha atentamente:
Por la falta de un clavo, fue que la herradura se perdió.
Por la falta de una herradura, fue que el caballo se perdió.
Por la falta de un caballo, fue que el caballero se perdió.
Por la falta de un caballero, fue que la batalla se perdió.
Y así como la batalla, fue que un reino se perdió
y todo porque fue un clavo el que faltó.
Así que Pepa sigue tirando, para que seas consciente de todos mis esfuerzos y sepas valorar mi trabajo, no vaya a ser que el que me pierda y no vuelva más sea yo.
– ¡Ay, Ay… Mariano, que me retorcí un tobillo!
– Venga Pepa, ¡a otro perro con ese hueso! No te pases de frenada, que yo me las sé todas; en el sindicato NBE (Ningún Burro Explotado) vemos de todo.
Cambiando de tema, Pepa, ¿tú de dónde eres?
– Yo soy ciudadana del mundo.
– Ya, bueno y yo José Luis Perales… Eso dicho así, para las que contáis historias queda muy guapo, pero serás de algún sitio, ¿no?
– Mira Mariano, mi madre era de un lado, mi padre de otro, mi güela y mi güelo, cada uno de un sitio diferente. Así que yo nací en el cruce de caminos de toda esta gente.
– Menudo galimatías que me acabas de contar.
– Es que, de tanto tirar, me estoy estresando… ¿Falta mucho?
– ¿Para qué?
– Para nuestra próxima aventura.
– Tranquila, nos vemos en un tris.