Fue un veinticinco de octubre de una hermosa madrugada. Las estrellas y la luna observaban cómo llegabas a través de la ventana. Te alumbraron con su luz para que tú, pisando seguro y fuerte, iniciaras tu andadura.
Te acurrucaste a mi lado y durante un largo trayecto vivimos en compañía. Una mágica melodía que yo te cantaba y a ti te calmaba y dormía, poco a poco fue forjando tu forma de ser en la vida.
“Erase una vez, un lobito bueno, al que maltrataban todos los corderos. Había también un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado. Todas estas cosas había una vez, cuando tú soñabas un mundo al revés”.
Y cuando llegó el momento de separar nuestras vidas, tú seguiste pisando fuerte el camino que elegiste y si alguna grieta te surgía, tú con celo la cubrías.
Hola hijo, hoy es un día especial para los dos, pues hace ya unos cuantos años que tú y yo nos conocimos. Debería estar alegre, pero me invade la tristeza, estás tan lejos, allá en el lejano horizonte, que cuanto más me voy acercando a él, más siento que se aleja. Me gustaría poder abrazarte, estrujarte, envolverte con mis besos… pero no puedo porque estás lejos.
Hola hijo, hola mi amor, hoy es un día especial para los dos. ¡Yo soy feliz, porque sé que tú eres feliz! Porque sé que en tu gran corazón hay cabida para todos, porque eres libre, porque eres un hombre rico, ya que te basta con poquito y porque compartes tu tiempo con todo aquel que lo necesita y este es el mayor tesoro que puedes regalar.
¡Sí! Soy feliz porque aun estando lejos, tú haces que yo me sienta muy cerca y porque sé que muy pronto nos volveremos a encontrar. En un gran abrazo nos fundiremos, para no volvernos a separar.
No cambies nunca, jamás… y piensa que aquí tienes un amor incondicional.
¡Felicidades, muchas felicidades a todos los que cumplan años en este mágico y dorado día!