Estando Pepa Barrera debajo de un árbol tumbada y viendo que se le agotaba el camino por andar y que pronto el retiro llegaría, se lamentaba de lo rápido que la vida pasaba.
Entonces se le ocurrió la manera de este problema atajar.
Voy a escribir una carta a Madrid, para todo el gobierno central, certificada y sellada y por correo especial.
A todos ustedes, señores, yo les voy a preguntar si están de acuerdo conmigo, con lo que al gobierno le voy a plantear. Un año con doce meses, lo vamos a tener que cambiar, se queda corto y pasa pronto, no da para hacer nada, yo se lo voy a explicar.
Al gobierno yo le pido que se tome tiempo para esta propuesta estudiar, que a partir de este momento de veinticuatro o treinta y seis meses los años tienen que ser, para alargar el tiempo y retardar la vejez; por ley lo han de estipular.
Les pido que la pensión me llegue para comer y que la sanidad publica a todos amparo nos dé. Que no me den pastillas ni muletas si me duele un pie. Yo quiero un paisano amable, que me sepa masajear y que me preste atención y le guste conversar, cuando me lleve de paseo por el muelle de Candás. Y si el tratamiento me sienta bien, la receta, por favor, que la pueda renovar. No piensen ustedes mal, el paxarín ya non pía, pero todavía sabe volar y disfrutar de la vida hasta que esta diga final.
Doce meses es muy poco, se queda corto y pasa pronto, lo vamos a tener que cambiar.
Que me den una casita para pasar mi vejez y, como no quiero abusar, que sea del tamaño de una cascara de nuez, que así tendré menos que limpiar.
Que al mirar por la ventana tenga un cachito de mar y en la mar una barquita para poder ir a pescar.
Que me manden muchos libros para poder disfrutar de cientos, de miles de historias que mi mente pueda imaginar.
Un libro es un amigo que nunca te ha de fallar. Siempre lo encuentras cuando lo abres y te espera fiel cuando lo has de cerrar.
En los pueblos que no falten buenos teatros y cines para estimular nuestra mente y despertar nuestros sentidos.
La cultura es la cuna que nos debería de mecer.
Toda una vida vivida sin vacaciones jamás y ahora me quieren sentar en un banco, a ver la vida pasar. No quiero ser invisible, ni olvidada, ni apartada. El tiempo que me quede, yo lo quiero disfrutar.
Que no se olviden de mandar el aparatín del oído; una gaita está sonando acompañada de un tambor y yo los quiero escuchar.
Los dientes de fiesta están, saltan, bailan y se caen, ya no aguantan mucho más. El filete se resiste, no lo puedo masticar, necesito dientes nuevos y no los puedo pagar.
Mejor hoy que mañana, espero que me den la solución, porque sino, en vez de cuentera, “la desdentada” me llamarán.
Que me pongan buena vista, para poder ver a los surfistas al pasear por la playa.
Agradecida y, confiando de que se lea mi carta, le recuerdo al gobierno, que sería muy oportuno que por ley estipulara que de veinticuatro o treinta y seis meses los años tendrían que ser, para alargar el tiempo y retardar la vejez.
Doce meses son muy poco, se quedan cortos y pasan pronto .
Firmado : Pepa Barrera